Santa Fe, desgarros y negocios

La mamá de Nati no tiene consuelo. Dice que su hija trabajaba de prostituta pero que eso no es suficiente para explicar por qué la mataron a hachazos y tiraron sus restos en un contenedor de basura. El remisero trucho que la llevó por última vez nunca fue a prestar declaración y otra vez la sombra policial aparece en el desgarrador escenario de su testimonio. “No agarraron a nadie”, dice la señora. “Será porque Nati era pobre…”, piensa en voz alta. Natalia Guadalupe Catán fue asesinada de esa forma brutal el 13 de mayo de 2019.

-Ahí va Tomacito, tirale – dijeron los integrantes de una de las bandas que trafica droga en el barrio Coronel Dorrego, en Santa Fe. Y así fue como lo mataron a Tomás Licitra el 16 de febrero de 2019. El fiscal Marchi no se movió demasiado, dice su mamá. La misma señora que sintió la partida de su pibe en sus brazos. Dos días antes de la primavera le allanaron la casa a la familia de Tomás. Después la amenazaron de muerte. La banda que mató a Tomacito vende merca y parece contar con la colaboración policial de algunos integrantes de la comisaría octava. Le dieron un botón antipánico como respuesta ante las amenazas recibidas. Dejó de andar el miércoles 9 de octubre. Algunos policías le dicen que lo arregle ella. Que ya está todo pago.

Diego Román, en Recreo, fue descuartizado. Pero se llegó a acusar a una jauría. Ocho veces tuvo que ser reconocido por la mamá. Estuvo un mes y medio en distintas morgues judiciales y todavía faltan estudios que lleguen de Buenos Aires. Nadie quiso proteger la famosa escena del crimen. Alguien vio al asesino pero no puede hablar. Su hermanita sueña todos los días con que Diego Román vuelve a estar con ellas pero cuando despierta, el chico no está. La señora, la mamá de un chiquito que quería gambetear los guadañazos de la miseria a pura habilitad futbolera, está perdiendo por goleada por un sistema que siempre parece más preocupado por la construcción de la impunidad que por la reparación de un hecho de justicia.

Mauro Navarro era otro pibe de menos de treinta años y fue asesinado en el barrio San Agustín. Dicen que fueron los integrantes de una banda, arreglada con la policía de la comisaría séptima, los que lo mataron y después obligaron a los familiares de Mauro a irse a otro barrio. “¿Por qué hace estas cosas la policía?”, dice su mamá.

Cinco fragmentos de cinco familias estragadas por un doble dolor: el asesinato de un ser querido y el que produce, todos los días, la impunidad que generan los malos funcionarios del sistema.

Cinco voces sobre casi veinticinco que el miércoles 9 de octubre de 2019 se dejaron escuchar en una sala de la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe.

Dolores que parecen ser la consecuencia de grandes negocios como el narcotráfico y el contrabando de armas y municiones, hoy en pleno crecimiento en la Argentina crepuscular del tercer milenio.

Y los límites de la política del propio sistema que no quiere ponerle límites a los flujos de dinero mafiosos.

Esos dolores continuarán casi en forma paralela a la multiplicación del dinero que generan las causas de los desgarros cotidianos.

Queda chiquita la palabra perdón.

Solamente hay lugar para la convicción de seguir peleando contra un sistema que produce tanta muerte como dinero para unos pocos.

La dialéctica del capitalismo, sangre y dinero.

Mientras tanto, el desgarro y la angustia y la desesperación de los que intentan hacer bien las cosas que nunca alcanzan.

Relatos de pibas y pibes que se van muy antes del tiempo para la pampa de arriba.

Relatos de mujeres mamás y hombres papás que dan cuenta de la pelea titánica contra la
indiferencia y la impunidad.

Fuente: Reunión en la comisión de seguridad de la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe, en la tarde del miércoles 9 de octubre de 2019, de la que participó el autor de esta nota.

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