La propia Asociación Rosarina de Fútbol decidió la suspensión de las categorías infantiles para pedir seguridad en las canchas donde juegan los chicos.
“Tomamos conocimiento de varios hechos de balacera en distintos barrios, pero en el interior de un club, en el ámbito deportivo, es la primera vez que sucede y nos preocupa muchísimo”, lamentó Mario Giammaría, titular de la Asociación.
El chiquito, categoría 2011 del Club 7 de Setiembre, estaba realizando movimientos precompetitivos en Garzón y Seguí cuando se desplomó al piso y empezó a sangrar en su cabeza.
Pero este caso individual que mantiene en vilo a gran parte de la sociedad rosarina forma parte de un contexto en el que las armas y las municiones abundan.
Al mencionado hospital “Víctor Vilela”, de Rosario, ingresaron en 2017 un total de 23 niños baleados. Al año siguiente fueron 17 y en lo que va de 2019 ya son 16.
Con decenas de niños heridos de bala por año y atendidos en el Hospital Vilela, la secretaria de Cultura de Amsafe Rosario, Daniela Vergara, destacó que “los fines de semana se pone más denso, hay narcodelincuencia y balaceras que se producen en una corrida o que la propia policía produce”.
También las peleas a los tiros entre barras antagónicas, “que tienen que ver con un marco general de una creciente violencia, donde las profesoras de la secundaria están preocupadas por el abandono del Estado en el territorio”, comentó.
Uno de los síntomas domésticos de los chicos se ven reflejados en los recreos. “Vemos la representación de las armas a través del juego y no es algo que saquen de la televisión. También narran y hablan de las intervenciones policiales. Lo cotidiano es la convivencia con situaciones violentas”, apuntó Vergara.
A principios de agosto de 2019, la información decía que en la ciudad de Rosario, chicos de 14 a 17 años concentran el 20 por ciento de abusos de armas.
En los primeros seis meses del año, la policía secuestró en procedimientos de calle, 662 armas. El dato llamativo es que el 20 por ciento de las personas por el delito específico de abuso de armas, tiene entre 14 y 17 años.
A nivel provincial, la policía secuestró en el período que va de los años 2015 al 2019 un total de 12.979 armas. Estas cifras se desprenden de un informe elaborado por la Central de Información Criminal Operativa, más conocida como OJO.
Del total de armas decomisadas en el primer semestre en Rosario 288 fueron revólveres y 219 pistolas. En tanto el resto del total se compone con escopetas, tumberas y armas caseras de todo tipo. De los revólveres un total de 79 son calibre 38; 72 son de calibre 22 y un total de 73 corresponden al calibre 32. En lo que hace a las pistolas prevalecen las de calibre 9 milimetros. Ciento doce armas corresponden a ese calibre. Diez son calibre11.25 y 53 son calibre 22.
Pero la circulación de las armas es uno de los más fenomenales negocios del capitalismo desde el siglo veinte.
Una de las cinco arterias fundamentales del sistema, según Naciones Unidas y el Banco Mundial desde principios de los años sesenta, junto al petróleo, los medicamentos, el narcotráfico y la trata de personas.
El 31 de octubre de 2018, Román Ragusa, quien sería el jefe de la asociación ilícita de tráfico internacional de armas, recibió un llamado a las 14 horas de un hombre llamado Fernando, quien le confió que un contacto dentro del Correo Argentino le avisó que la encomienda estaba siendo “seguida” de cerca. Ese contacto era Jorge Loschiavo, quien está actualmente preso.
En la caja iban partes de cinco fusiles AR-15, que es muy “popular” en Estados Unidos por su enorme potencia y su bajo precio, que oscila entre los 500 y 700 dólares. Con ese fusil, que la Asociación del Rifle estadounidense lo describe como un arma “fiable, manipulable y precisa”, Nikolas Cruz mató el 14 de febrero de 2018 a 17 jóvenes en la escuela Secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, muy cerca de donde la organización argentina compraba los kits de fusiles AR-15.
No era la primera vez que Ragusa iba a recibir una encomienda proveniente de Estados Unidos con partes de armas de guerra. En el último año le habían llegado 16 paquetes de Miami. El destinatario final era Ragusa pero esta caja con los kits de AR-15 le llegaba a Sergio Alanis, que vive en Campana, provincia de Buenos Aires.
Unos días antes, el 30 de noviembre, Ricardo P. recibió una llamada de otra persona preocupada por la situación, por la incertidumbre en torno al negocio de las armas. El llamado era de un tal Martín, que buscaba a Ragusa. Este diálogo es muy llamativo, porque este hombre se presentó de una manera particular: “Yo soy de Fray Luis Beltrán. Nos conocemos (con Ragusa) porque yo le entregaba cosas a Román”. El lugar que usa para ubicarlo a Ricardo P. es Fray Luis Beltrán donde está la Fábrica de Armas y el Batallón 603, de donde en varias ocasiones se detectaron faltantes de municiones y partes de armas.
La sospecha del juez, Pablo Yadarola, en base a toda la investigación que hizo Homeland Security Investigations en Estados Unidos, es que esta organización, compuesta en su mayoría por coleccionistas y fanáticos de las armas, proveía a través de un intermediario al Primer Comando Capital (PCC) y Comando Vermelho, que operan en Pedro Juan Caballero, la frontera entre Paraguay y Brasil.
Más de mil armas traficadas y un volumen de negocios estimado en 200 millones de dólares.
¿Cuántas de esas armas desembocan en las calles de las principales ciudades santafesinas?.
Benjamín no fue víctima de una bala perdida, sino de un negocio siempre ganador, entre otras cosas, por el silencio de las autoridades que desde todos los poderes de la república deberían hablar, denunciar y dar precisiones y no lo hacen.