“En otra vida”

Así se llama el juego que inventaron un grupo de chicas y chicos de 10 años de una escuela rosarina. Donde imaginan un mundo en el que sus sueños puedan ser reales y tangibles. Una de tantas experiencias de resistencia a la hostilidad cotidiana que van construyendo junto a una de tantas maestras invencibles de los arrabales del país.


Por Carlos del Frade

Imagen ilustrativa

(APe).- La destrucción del pensamiento crítico tiene un capítulo denso y contundente en la supuesta ausencia de esperanzas.

Faltan mapas que muestren los lugares en que el amor le gana efectivamente a la muerte y al poder.

Pero esas geografías existen y se alimentan cotidianamente en las escuelas de grandes ciudades y pequeños pueblos.

La construcción de esa imprescindible lista de luminosas y concretas resistencias depende, muchas veces, de maestras invencibles.

Las palabras que nutren esta columna surgen, justamente, de esa escucha y lectura atentas.

Las chicas y los chicos del quinto grado del turno tarde de la escuela 1267 “Latinoamérica”, del barrio homónimo en la ciudad de Rosario, ex corazón del cordón industrial más importante de América del Sur en los años setenta, inventaron un juego llamado “en otra vida”.

Escriben en pedacitos de hojas rayadas o cuadriculadas un presente diferente y lo ofrecen a través del amor y la confianza que supo construir la seño Andrea.

En esos escritos, las pibas y los pibes de diez años promedio, escriben que en otra vida “sus amigos son sus hermanos para poder estar siempre con ellos”.

Afectos y cercanías, casi una clave que va más allá de la ilusión de chicas y chicos y parece inscribirse en un nuevo manual de uso para dirigencias que todavía sueñan con transformar la realidad. Afectos y cercanías necesitan las chicas y los chicos.

También dicen los papelitos que en otra vida tendrían “obra social para no esperar a las tres de la madrugada un turno en el hospital”. Una síntesis del saqueo cotidiano a los derechos mínimos de familias trabajadoras que aparece con nitidez y claridad en la caligrafía particular de una nena o un nene de diez años.

En esas cartografías del alma, asoman los amores profundos, los que no quieren cambiar nada porque aman a su familia y es perfecta.

Pero hay otras y otros que “sueñan con vivir grandes aventuras en el mundo de los dinosaurios y ser futbolistas profesionales”.

En esa otra existencia saben que su perrita no murió y hasta saborean algo raro como un coco.

Desean que sus abuelitos aún vivan porque los extrañan.

También quieren que su mamá se quede en casa, que no tenga que trabajar todo el día afuera para sostener el hogar.

-Quiero ser millonario – escribe otro.

-Pero qué prefieren, ¿tener millones o que se cumplan los deseos que pusieron?

Y la mayoría elige entonces por sus sueños.

Cuenta la seño Andrea que “lo importante está ahí, en el amor, en la presencia, en la familia y en los derechos básicos que deberían estar garantizados para todas las infancias”.

Mientras tanto la seño comprará de sus bolsillos algunos cocos para que los prueben y seguirá leyendo historias de dinosaurios, “Alicia en el país de las maravillas”, “El Principito” y ¨Pequeños universos mágicos”.

Apuesta, la docente, a sembrar “la idea que pueden crearse otros mundos donde algunos sueños quizás puedan volverse realidad”.

Allí, en la vida íntima de las aulas, entre galerías y pasillos de las escuelas públicas, siempre florecen postales de la historia política de la esperanza. El desafío es encontrar las personas capaces de guardar estas señales de un presente que resiste ante tanta ferocidad desatada.

Fuentes: Andrea Navoni, docente, música y activista. Alumnas y alumnos del quinto grado del turno tarde de la Escuela 1267 “Latinoamérica” del barrio Latinoamérica de la ciudad de Rosario.

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