- Por Carlos del Frade
-La sociedad y las clases principales se dividieron. No todos apoyaron a Belgrano en su éxodo. Muchos apoyaron a los españoles. Después de la derrota de Huaqui, en 1811, la revolución está en problemas. De allí la necesidad de la retirada y el bando famoso donde habla de fusilar a los que no acompañen la retirada – cuenta Carlos Aramayo, economista, historiador y militante jujeño.
“Pero el problema mayor, lo que jamás le perdonarán a Belgrano, es que en 1818, avala el pedido de Güemes para institucionalizar el llamado fuero gaucho por el cual cada uno de los peones que prestaban servicio en la guerra por la independencia debían ser tratados como hombres libres y no responder entonces a los caprichos de los señores feudales de Salta, Jujuy y Tucumán. Eso genera un odio de clases contundente contra Belgrano y, obviamente, contra Güemes”, revela con claridad, Carlos Aramayo.
He allí la explicación de dos hechos poderosos de la historia argentina que solamente pueden comprenderse en el lugar donde sucedieron. Belgrano, el vencedor de Tucumán, es engrillado y detenido por el gobernador Aráoz porque él forma parte de la clase social que apoyó a los realistas cuando se produjo el éxodo jujeño. Y de la misma manera, los Saravia y otras familias salteñas que siempre estuvieron mejor con los realistas, traicionarán a Güemes y lo emboscarán en cercanías de la ciudad en junio de 1821, provocándole la muerte.
-Es la misma clase social la que abandona a Belgrano y mata a Güemes. Y la razón es uno de los documentos menos conocido de la historia argentina, uno de los más profundos, el fuero gaucho. Un documento de emancipación social que hasta el día de hoy tiene vigencia a la hora de pensar la realidad laboral y existencial de los pueblos originarios en estos lugares donde aportaron muchísimo para llevar adelante la epopeya de la independencia – dice Aramayo.
Detrás de los feriados, entonces, dos revolucionarios de verdad que fueron traicionados por los dueños de casi todas las cosas, Güemes y Belgrano.