– Los Herodes tienen mejor suerte que los reyes magos en estos atribulados arrabales del mundo. Quieren regalarles castigos, encierros y represiones varias a las pibas y los pibes. Reeditan la cobardía y la hipocresía de acusarlos de los males sociales. “El delito en los menores es cada vez más violento y piden una ley penal juvenil”, tituló “Clarín”, el domingo 10 de enero de 2021. La bajada decía que “con distintas miradas, especialistas coinciden en la necesidad de reemplazar el régimen vigente desde 1980. La edad de imputabilidad, en el centro del debate”.
Sin embargo, en el mismo cuerpo de la nota aparecía la verdad de los números. La que se viene repitiendo desde hace décadas.
Cifras que marcan el tamaño exacto de la supuesta violencia adolescentes en la Argentina crepuscular del tercer milenio.
Solamente el 6 por ciento de los homicidios fue cometido por menores de 18 años durante el año 2019 a nivel nacional. Seis de cada cien.
Un tamaño chiquito, muy chiquito.
El 94 por ciento de los homicidios es cometido por gente más grande.
Y en el principal estado de la Argentina, en la provincia de Buenos Aires, el 2,7 por ciento de las investigaciones apunta a chicas y chicos menores de 18 años.
La mano dura contra las pibas y los pibes que persigue el título de la nota de referencia no tiene lógica ni tampoco fundamento.
Solamente la cobardía de aquellos sectores que endilgan responsabilidades de la desigualdad a las niñas y los niños puede intentar falsificar la realidad.
Las chicas y los chicos son los que sufren las consecuencias de una construcción social, histórica, política y cultural en la que no participaron en su constitución.
Acusarlos, acusarlas, es un acto de cobardía e hipocresía. Una vez más, las víctimas son presentadas como victimarios. De los únicos privilegiados a los primeros perjudicados.
Una insistencia sobre la cual es imprescindible pensar.
Alguna vez, desde esta columna, hemos dicho que la guerra contra las pibas y los pibes no se detiene.
El sistema, el capitalismo, necesita profundizar el control social sobre las nuevas generaciones.
En la nota que despertó estos balbuceos hay una opinión de la abogada Ángeles Baliero de Burundarena que sostiene que “bajar la edad de punibilidad no lleva a nada bueno ni alcanza para nada. Ya la experiencia ha demostrado que el nivel de reincidencia con penas duras y penas aún más endurecidas no ha llevado a ninguna mejoría social”.
Sin embargo hay funcionarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, como el señor Marcelo D’Alessandro, secretario de seguridad, que marcan que “no puede ser que alguien que comete un delito no tenga consecuencias. Los que tienen delitos gravísimos las tienen que tener”, sostiene.
Esta matriz de pensamiento justifica la perpetuidad de las causas que producen la conservación de un sistema que multiplica la desigualdad.
Se habla de castigar, perseguir y encarcelar a las pibas y los pibes.
Nunca se piensa en tener mano dura contra el delito de guante blanco que permite la concentración de riquezas en pocas manos y la escandalosa impunidad del lavado de dinero a través de los bancos, entre otras tantas guaridas fiscales.
En definitiva, una nueva reedición de la pedagogía de la cobardía.
Apuntar contra el abajo, contra las chicas y los chicos, para encubrir a las minorías, las verdaderas responsables de la violencia.
- Publicado por Agencia Pelota de Trapo