Por Carlos Del Frade
Hace medio siglo que Eduardo Galeano publicó “Las venas abiertas de América Latina”. Concentración y extranjerización de riquezas en pocas manos, pauperización de la vida de las grandes mayorías en estos saqueados arrabales del cosmos. La felicidad como propiedad privada de pocos. Seis de cada diez pibas y pibes empobrecidos en el país en que serían las únicas privilegiadas, los únicos privilegiados.
Los imperios, a lo largo de los siglos, impusieron condiciones para sus socios locales que trasladan el costo a las muchedumbres.
Así como los venenos ayudan o matan, las vacunas presentes o ausentes marcan una terrible frontera en que las naciones dependientes exhiben su vulnerabilidad ante el poder de las multinacionales.
Cinco décadas después, la disparidad en la distribución de las vacunas marca la vigencia de aquellas venas abiertas, la permanencia de viejas y nuevas dependencias.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó, a mediados de enero de 2021, que el 95 por ciento de las vacunas contra el coronavirus está concentrado en diez países, por lo que el director para le región Europa de la organización, Hans Kluge, hizo un llamado a ser más solidarios: “Todos los países capaces de contribuir, dar y apoyar el acceso y el despliegue justos de las vacunas háganlo”.
De acuerdo a la plataforma de análisis de datos Our World in Data, que se basa en cifras de la Universidad Oxford, esos diez países son: Estados Unidos, China, Reino Unido, Israel, Emiratos Árabes Unidos, Italia, Rusia, Alemania, España y Canadá.
Dos meses después, Amnistía Internacional lanzaba una campaña global para pedir el acceso universal a las vacunas contra la COVID-19.
Los países ricos han comprado más de la mitad del suministro de vacunas del mundo, pero representan sólo el 16% de la población mundial
Las empresas farmacéuticas se niegan a compartir conocimientos y tecnología
Debido a la actuación de las empresas farmacéuticas y los países ricos, es probable que miles de millones de personas que corren el riesgo de contraer la COVID-19 no reciban este año ni una sola dosis de las vacunas de las que puede depender su vida, ha afirmado Amnistía Internacional, coincidiendo con el lanzamiento de una nueva campaña global para reclamar el acceso universal a las vacunas.
La campaña — Un pinchazo justo: Acceso universal a las vacunas contra la COVID-19— pide a las empresas farmacéuticas que compartan sus conocimientos y tecnología para elevar al máximo el número de dosis de vacunas disponibles en todo el planeta. Asimismo, pide a los Estados que dejen de practicar el “nacionalismo de las vacunas” y trabajen conjuntamente para garantizar el acceso inmediato de las personas más expuestas a contagiarse de COVID-19 en todos los países a unas vacunas de las que puede depender su vida.
Se ha gastado el dinero de miles de millones de contribuyentes en ayudas a empresas como AstraZeneca, Moderna y Pfizer BioNTech para que desarrollen y produzcan vacunas, pero estas empresas —y otras— se niegan a compartir sus investigaciones, conocimientos y tecnologías. Esto significa que otras empresas farmacéuticas no pueden hacer uso de estos avances científicos para aumentar su propia producción de vacunas, lo cual incrementaría a su vez el suministro y las haría accesibles a países con menos presupuesto.
“Es hora de que las empresas farmacéuticas y los Estados cumplan con sus responsabilidades y obligaciones en materia de derechos humanos. Amnistía Internacional hace campaña para que empresas como AstraZeneca, Pfizer, BioNTech y Moderna compartan sus conocimientos y tecnología, y que así la población del mundo entero reciba un pinchazo justo de esta vacuna. Además, los Estados deben dar un paso adelante, ejerciendo presión sobre las empresas para que cumplan con la parte que les corresponde y trabajen colectivamente para garantizar que las personas más expuestas en todo el planeta reciben la vacuna lo antes posible”, dice el organismo internacional de derechos humanos.
Por otro lado, las venas abiertas de las vacunas exhiben la obscenidad del poder de las multinacionales de los medicamentos.
Una investigación periodística reveló que la farmacéutica Pfizer intentó “intimidar” a los Gobiernos latinoamericanos durante las negociaciones de la vacuna contra el coronavirus (Covid-19), en las que pidió, por ejemplo, que los países pusieran sus activos soberanos, como edificios de embajadas, bases militares y reservas del Banco Central, como garantía contra el posible costo de futuras e hipotéticas demandas legales.
De acuerdo con el informe liderarado por el Bureau of Investigative Journalism (TBIJ) y el medio peruano Ojo Público, el laboratorio que produjo una de las vacunas contra la pandemia exigía cláusulas “abusivas” para distribuir su antídoto. De hecho: ni Argentina ni Brasil llegaron a un acuerdo con la farmacéutica, mientras que en Perú Pfizer solicitó durante el proceso de negociación incluir cláusulas que reducían la responsabilidad de la empresa ante posibles efectos adversos. Además, funcionarios de un país latinoamericano no identificado denunciaron que estas cláusulas demoraron más de tres meses las negociaciones.
Las negociaciones fallidas no sólo fueron con el gobierno argentino. Es que Pfizer también pidió al ministerio de Salud de Brasil que le otorgue indemnidad y solicitó que pusiera activos soberanos como garantía, además de crear un fondo de garantía con dinero depositado en una cuenta bancaria en el extranjero. En enero, el ministerio rechazó estas condiciones, calificando las condiciones de “abusivas”.
A medio siglo del fenomenal libro de Eduardo Galeano, los negocios sobre las vacunas contra el Covid vuelven a mostrar la vigencia y la necesaria resistencia de los pueblos del tercer mundo.