Reconquistas, sangre olvidada y presentes

Es necesario preguntarse -dice Carlos del Frade- en cuántas escuelas se recordará la reconquista, el triunfo sobre la primera invasión inglesa de aquel 12 de agosto de 1806. Porque, después de todo –plantea- aquella reconquista del pueblo anónimo de Buenos Aires fue instalada más en el olvido que en el presente.


Carlos del Frade

(APe).- -Del escarmiento del inglés, memoria, y de Liniers en Buenos Aires, gloria – era la frase con la cual se saludó la reconquista de la entonces villa de Santa María del Buen Ayre, una población de casi cuarenta mil personas y que había sido invadida por tres mil soldados ingleses bajo las órdenes de Guillermo Beresford y la comandancia de sir Home Popham, luego de aquel entonces célebre 12 de agosto de 1806.

 “…Buenos Aires es la mejor situación comercial de Sud América. Es el gran centro y emporio del comercio de todas sus provincias, es el canal por el que anualmente pasa una gran porción de las riquezas de los reinos de Chile y del Perú. Estas ventajas han sido tan fuertemente excitadas en una publicación provincial y semanal, que tengo en mi poder (El Telégrafo Mercantil de Buenos Aires), que el gobierno español fue obligado a intervenir y detener su ulterior progreso; puesto que estaba evidentemente escrito para inducir á la Gran Bretaña a que se aprovechase del negligente estado en que se dejaban esas valiosas colonias de la madre patria…”, escribía el propio Popham en aquellos días.

Santiago de Liniers terminó fusilado por Juan José Castelli, por directiva precisa de Mariano Moreno, el 26 de agosto de 1810, en el monte de Los Papagayos, en cercanías de la posta de Cabeza del Tigre, en las inmediaciones de Los Surgentes, provincia de Córdoba, lugar en el que el terrorismo de estado fusilara a siete revolucionarias y revolucionarios de los años setenta.

A la hora de explicar el fusilamiento del otrora reconquistador de Buenos Aires, “La Gaceta” publicaba que “es oportuno observar que sólo los mandones, empleados y cierta clase de gentes bien conocidas son los que han odiado nuestra causa. (…) Ellos pensaron reducirnos a la terrible alternativa de seguir la suerte de la España perdida, o de disponer como árbitros de la nuestra, vendiéndola al primero que se presentase a comprarla al precio que los conservase en su fortuna. Tal ha sido el sistema que desplegaron los conspirantes de Córdoba. Don Santiago Liniers fue autor de todas las medidas y disposiciones para resistir nuestras tropas que se dirigían a no obligar a los pueblos por violencia, sino a librarlos por solicitud de ellos mismos de la opresión en que los tenían abatidos”.

Casi doscientos veinte años después, no hay registros de la gente común que dejó la vida por la reconquista de aquella aldea en los días de agosto de 1806 y también durante la segunda invasión inglesa en 1807.

Pero la victoria sobre los ingleses no fue definitiva ni mucho menos.

-La cosa está hecha; el clavo está puesto (…) la América Española ya está libre; y si sabemos dirigir bien nuestros negocios, será británica – sostuvo con claridad y contundencia George Canning.

En 1825 se firmó en Buenos Aires el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación” entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y Gran Bretaña, siendo el primer tratado que firmara la futura República Argentina con un país europeo, al que contribuyó con especial interés el propio Canning. El tratado fue ratificado el 19 de febrero por el gobierno de Buenos Aires y el 10 de mayo por el de Londres. A los pocos días Canning depositó el documento en la Cámara de los Comunes. Fue el primer reconocimiento de independencia a un país de Sudamérica por parte británica mediante un tratado.

¿Qué quedó de aquella victoria de las mayorías criollas contra los invasores imperiales de entonces?

¿En cuántas escuelas se recordará la reconquista, el triunfo sobre la primera invasión inglesa de aquel 12 de agosto de 1806?

Aquella reconquista del pueblo anónimo de Buenos Aires fue instalada más en el olvido que en el presente.

De hecho, el primer presidente reconocido por la historia oficial argentina, Bernardino Rivadavia, asumía como tal mientras cobraba su sueldo como gerente de una empresa inglesa en minas y tierras en el Río de La Plata.

En 1833, junto a sus viejas colonias americanas ya en ese entonces Estados Unidos, ocuparían las Malvinas y en 1845 iniciaban la guerra del Paraná, porfía que llega a estos tiempos neocoloniales y crueles.

No hay tampoco escritos que hagan suponer los pensamientos de Liniers, esclavista favorecido por el poder español en su momento, cuando enfrentaba al pelotón de fusilamientos, ni tampoco hay demasiadas voces que hoy intenten pensar alguna relación entre aquella sangre anónima derramada con el presente de saqueo institucionalizado y deshumanización planificada.

Pero hay una invisible tensión que deviene de esta fecha.

Hoy es imprescindible protagonizar una doble reconquista, no solamente de las riquezas y los patrimonios comunes del pueblo argentino sino también del valor de la democracia escaldada.

La necesidad de esta doble reconquista, aunque la historia sea desconocida, es más parte del presente y el futuro que del pasado.

Fuentes: “Historia argentina con drama y humor”, de Salvador Ferla; “El historiador”, de Felipe Pigna y “Política británica en el Río de la Plata”, de Raúl Scalabrini Ortiz.

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