Yaira

dibujo hospital de niños
  • Publicado en Pelota de Trapo

 Seis balazos en el cuerpito de una beba de un año.

Yaira, se llama. Cuesta creer que siga viva. Es difícil imaginar, por otro lado, cómo es posible que el cuerpito de una beba de un año tenga alojada seis balazos disparados a propósito, con la intención de acertarle a la nena.

El cuerpito de Yaira es la síntesis de una ciudad como Rosario que ya no es la que imaginaron sus abuelos.

No hay trabajo en los barrios.

Hay drogas y armas.

Forma parte de una economía informal cada vez más grande. La mitad de la población no tiene trabajo estable pero el sistema necesita esa circulación en negro de mucho dinero que luego, inevitablemente, irá a parar a los mismos bancos, a las mismas mesas de dinero, a las mismas mutuales, a los mismos clubes de fútbol y al mismo mercado inmobiliario que recibirán el dinero legal.

Las balas que están en el cuerpito de Yaira alguien las vendió o las alquiló. Ese fue el primer negocio hecho con esas balas. El segundo negocio es político. La sociedad es conmovida y aunque los números de los homicidios hayan descendido en enero de 2021 en comparación con el año anterior, los discursos piden renuncias y satanizan la democracia. Piden tolerancia cero y la invasión de gendarmes, prefectos y hasta muchos piden al ejército. Ese es el segundo negocio. Subordinar la democracia a los reclamos de una política que pide garrote y más exclusión.

Yaira está en terapia intensiva pero, en realidad, lo que está en terapia intensiva es una forma de construcción democrática que no pudo democratizar las riquezas ni tampoco los derechos sociales y ciudadanos.

Entonces las soluciones son las mismas de siempre: más fuerzas federales, saturación en los barrios y más presupuestos para que se llenen de dinero las empresas que le venderán tecnología al estado provincial, municipal o nacional.

Los que ordenan tirar contra bebés no tienen ni treinta años.

Están educados en una manera de pensar la vida en que la indiferencia y la deshumanización son los principales vectores, hijos directos del individualismo exacerbado y el consumismo, el siempre valorado consumismo, pilares del capitalismo cada vez más feroz.

Sin embargo hay pibas y pibes que se rebelan a semejante destino de pesadilla impuesto desde diferentes lugares.

Una docente explica que chicas y chicos en la zona norte de la ex ciudad obrera dibujan murales que advierten sobre el narcotráfico y las armas, negocios que esclavizan y acortan el viaje cósmico. Dibujan esos murales camino a los kioskos de venta de droga y siguen en los barrios insistiendo en futuros distintos que poca gente les ayuda a imaginar.

Los estudios que se hacen desde la justicia ayudan a observar dónde se acumulan la mayor cantidad de homicidios. Son cinco grandes barrios pero aunque el pedacito del mapa rosarino no resulta muy grande, no parece haber integrantes de las fuerzas de seguridad, provinciales o nacionales que respondan a las directrices políticas. Grave problema de la política argentina. Casi cuarenta años de repetir el error, el fracaso. No habrá seguridad democrática si no hay reunión de todas las fuerzas políticas para que haya un cachito de tranquilidad en los barrios donde chiquitas como Yaira necesitan jugar y reir, ser abrazadas y dormidas mientras se les canta un arrullo y no alojar seis balazos consecuencia de negocios impunes y el mosaico roto de una ciudad que fue obrera, industrial, portuaria y trabajadora.

Los seis balazos contra el cuerpo de Yaira son algo más que una noticia policial.

Parece ser la síntesis de la resignación de los grandes partidos políticos ante la dictadura del dinero.

En esos balazos, en esos negocios ilegales del contrabando de armas y el narcotráfico, en la repetición de las fórmulas de siempre, en la inveterada y ridícula pose de pelearse por superficialidades, abundan las pistas de esa claudicación.

Pero si Yaira es capaz de sobrevivir también quizás valga la pena, quizás valga la alegría volver a rebelarnos aunque no seamos mayorías.

Porque la vida es mucho más que la religión carnívora del dinero.

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