Si la deuda externa atraviesa distintas generaciones de argentinas y argentinos, la dependencia de las pibas y los pibes hoy también se consolida a través del dinero fácil que algunos prometen prestar sin mayores trámites. Economía de la atención, diría el filósofo francés Eric Sadin y neovasallaje del tercer milenio.
Por Carlos del Frade
(APe).- En la Argentina que alguna vez un país soberano, palabras como colchón y empanadas ascienden en la tabla de posiciones semanales, sintetizando la obsesión por el sexo del sistema que es el dinero. Pero más allá de esas efímeras representaciones de la realidad de nación colonial en permanente estado de saqueo, las consecuencias estallan en la vida cotidiana de las chicas y los chicos.
Desde la matanza de Acosta Ñu en agosto de 1869 al infanticidio de Gaza, la pibada sufre los efectos de la guerra contra la niñez y la adolescencia en distintas geografías de esta cápsula espacial.
En el sur del mundo, la dialéctica asume, como siempre, la lógica de consumidores consumidos.
Si la deuda externa atraviesa distintas generaciones de argentinas y argentinos, la dependencia de las pibas y los pibes hoy también se consolida a través del dinero fácil que algunos prometen prestar sin mayores trámites.
Economía de la atención, diría el filósofo francés Eric Sadin y neovasallaje del tercer milenio.
Dice la nota de Nachi Saieg en el diario “La Capital”, que “entre promociones a un clic, cuotas y billeteras virtuales que dan crédito, aunque no haya saldo, se instaló una nueva forma de endeudamiento entre los jóvenes rosarinos. Ya no es sólo el préstamo bancario tradicional: muchos recurren a estas opciones para pagar desde expensas hasta una comida compartida. Algunos incluso lo viven en silencio, con culpa o vergüenza, como si fueran parte de una red secreta de “deudores anónimos” que se endeudan para subsistir, pagar compromisos anteriores o simplemente llegar a fin de mes”.
Agrega el escrito que “detrás del boom de las fintech y las billeteras digitales, aparece una realidad poco glamorosa: tasas altísimas, pagos fraccionados que se acumulan, y la sensación de estar entregando “sangre en vez de dinero” al final del ciclo”.
Son chicas y chicos menores de treinta años los que caen en la trampa, los que serán víctimas de nuevas dependencias, donde sus vidas valdrán menos que la deuda que contraen a cambio de consumir y consumir.
El problema serio y profundo es el final que muchas y muchos pibes deciden enfrentar. El suicidio atraviesa la geografía, no solamente rosarina sino también argentina. Los números estadísticos todavía se sumergen en la oscuridad, atados a los viejos paradigmas de no difundirlos por temor a un efecto contagio. Hace años que la Organización Mundial de la Salud dejó de lado estas prácticas y pide que haya difusión para que justamente se puedan construir políticas públicas para abrazar a los que se sienten endeudados y atravesados por una monumental soledad que también estimula el conjunto de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales en este punto del mapa mundial devenido en una cruel colonia.
El saqueo de la deuda externa tiene su encarnación concreta de miles de pibas y pibes que se atan a las promesas de negocios promocionados desde los jugadores de la selección campeona del mundo hasta las grandes empresas, supuestas vanguardias del mundo oscuro que se está levantando.
La pibada endeudada necesita de un movimiento emancipador que le permita volver a encontrarse con su propia realidad, que sus cabezas vuelvan a estar vinculadas con sus pies, donde habitan sus necesidades.
En la Argentina crepuscular del tercer milenio, el endeudamiento de las chicas y los chicos configura una nueva forma de la guerra contra ellos.
Mientras tanto, en algún teléfono celular una chica recibe la invitación a tomar dinero para cumplir sus sueños.