-Vio que anoche lo mataron al Luca.
Me quedé helado.
Luego otros profesores me ampliaron. Efectivamente fue la noche del lunes para el martes y parece que directamente lo balearon.
No se cómo, quién, ni por qué… ¿Tal vez pude hacer algo?
Yo soy docente. Su docente. No pudimos. Se nos escapó.
Fallamos.
Sé que hicimos todo lo posible para contenerlo. Era un pibe valioso. Pero no pudimos.
Adiós Luca.
Te juro que te voy a extrañar.
Lo escribió uno de los docentes sobre Luca Radimak, un pibe de diecinueve años que vivía en el barrio Tablada, en Rosario, prólogo de la zona sur, geografía del club Central Córdoba donde brillaran el “Trinche” Carlovich y Gabino Sosa.
Un barrio obrero y portuario que parió una de las experiencias populares más luminosas en la historia cultural de América del Sur, la Biblioteca Popular “Constancio C. Vigil”, saqueada durante la dictadura y también en democracia. Le desaparecieron 80 mil libros y decenas de hectáreas compradas por las míticas rifas que sostenían el sueño de una educación popular desde y para las y los trabajadores de aquella ciudad que Luca nunca conoció porque ahora, la que terminó con su existencia muy antes de tiempo, se llama igual pero no tiene nada que ver con aquella rosa crispada siderúrgica y obrera.
El testimonio del profe de Luca es conmovedor por su simpleza y profundidad.
“Fallamos”, dice el docente.
Una primera persona en plural que quizás no sea justo para con su trabajo cotidiano, para su sensibilidad con chicas y chicos como Luca.
Porque este docente está en medio de negocios mafiosos multinacionales que, con las particularidades propias de la historia regional, no puede hacer demasiado ante esos flujos de dinero que se recaudan sin percibir que es plata sangrienta, fondos que tienen la marca de la sangre de pibes como Luca.
Por eso, a ese docente que no conocemos, le mandamos un abrazo grande y le decimos que las fallas y las responsabilidades son mayores en otros lugares de decisión.
Donde por omisión o complicidad se mira para otro lado mientras pibas y pibes como Luca quedan simplemente alojados en las páginas policiales de los diarios.
Y sepa, ignoto profe de Luca, que en su carta desgarradora también hay un síntoma de esperanza.
Porque usted, con su sensibilidad, está construyendo un presente distinto donde sea cada día más difícil que alguien se robe la vida de un pibe como Luca, su alumno.
Porque usted, como aquella elegía de Miguel Hernández, no le perdona nada a la muerte desalmada, a la muerte desbocada como consecuencia de un negocio que no tiene en cuenta su esfuerzo cotidiano para abrazar a pibes como Luca.
Por eso, profesor, usted no falló.
Fuente: Diario “El Ciudadano”, Rosario, miércoles 16 de octubre de 2019.