Hoy, en Acosta Ñu, en Paraguay, cientos y cientos de pibes se disfrazaron con barbas postizas hechas de crines de caballos para simular ser veteranos de guerra. Querían seguir defendiendo lo que defendían sus madres, padres, abuelas y abuelos, la tierra paraguaya. La guerra de la triple infamia fue la decisión de las burguesías argentina, brasileña y uruguaya contra el pueblo guaraní, tal como lo exigía Gran Bretaña.
El 16 de agosto de 1869 se produjo la masacre de pibas y pibes de Acosta Ñu, el origen de la guerra contra la niñez en América del Sur. Hasta el presente dura esa guerra. Solamente hay que ver las noticias policiales, los índices de exilio escolar y las cifras y edades de las poblaciones carcelarias en el nuevo mundo.”…
Tras la caída de Piribebuy, el mariscal Francisco Solano López decidió abandonar su campamento en Azcurra y marchar hacia Caraguatay. Cubriendo la retaguardia avanzó un segundo cuerpo de Ejército, comandado por el general Bernardino Caballero, con cerca de 4.000 hombres, de los cuales unos 3.000 eran niños y adolescentes”. El ejército aliado, con más de 20.000 combatientes y gran superioridad en armas, les dio alcance el 16 de agosto de 1869 en los campos de Acosta Ñu.
El mariscal López ordenó al general Caballero que ofrezca combate y que resista en todo lo posible. La batalla empezó a las 8 de la mañana y se prolongó durante más de ocho horas. “El combate fue muy desigual, pero el heroísmo y el martirio de los niños soldados quedaron patentes en la historia. Se estima que 2.000 paraguayos resultaron muertos en combate y también ejecutados tras rendirse, mientras 1.200 fueron hechos prisioneros.
Una vez más, la crueldad del comandante brasileño Gastón de Orleáns, Conde D’Eu, quedó de manifiesto, tal como ocurrió en la Batalla de Piribebuy. Acosta Ñu es considerado el mayor holocausto infantil en América”, dicen las crónicas del presente.
Desde aquel 16 de agosto de 1869 comenzó el guión de una película de terrorismo que continúa hasta el presente: arrasar con la pibada. Recordar Acosta Ñu es, si se quiere, una buena forma de mantener la resistencia ante semejante ferocidad impune. En homenaje a aquellos chicos, en homenaje a nuestras pibas y nuestros pibes que pueblan las páginas policiales del tercer milenio.