Por Carlos del Frade
1- Una foto.
Belgrano fue exhumado el 4 de setiembre de 1902.
Trasladaron sus restos al mausoleo que se levantaría en la iglesia de Santo Domingo gracias a la llamada suscripción popular que se había llevado a cabo a tal efecto. Hasta ese momento, Belgrano estaba enterrado en el atrio de la iglesia.
Hay que recordar que cuando murió, el 20 de junio de 1820, no tenía dinero ni para la lápida, de allí que sus parientes pusieron una piedra de lavatorio como señal de último saludo.
Ahora, en 1902, hasta trajeron mármoles y escultores de Italia para la obra.
-Se verificó ayer a las dos de la tarde la exhumación de los restos del general Belgrano que, como se sabe, estaban sepultados en el atrio de la iglesia de Santo Domingo y deben depositarse en el mausoleo cuya inauguración se efectuará el mes próximo – escribió el diario “La Nación”.
El presidente de la comisión, Souto, y los ministros del Interior y de Guerra, Joaquín V. González y el coronel Pablo Ricchieri, junto a los médicos Marcial Quiroga y Carlos Malbrán presidieron el acto en que se levantó la losa del suelo.
El escultor Ettore Ximénez removió los escombros con cuidado pero debajo de la lápida no había ningún ataúd.
Pero sí estaban los restos de Belgrano.
“No había vestigios del ataúd sino algunos clavos y tachuelas. Los huesos estaban dispersos y destruidos por el paso del tiempo. A medida que se extraían se depositaban en una bandeja de plata que sostenía uno de los monjes del convento”, dicen las crónicas periodísticas.
El diario “La Prensa” informó de un nuevo robo contra el revolucionario.
“En la tumba de Belgrano se encontraron varios dientes en buen estado de conservación y admírese el público: esos despojos sagrados se los repartieron buena, criollamente el Ministro del Interior y el Ministro de Guerra. Ese despojo hecho por los dos funcionarios nacionales que nombramos debe ser reparado inmediatamente, porque esos restos forman parte de la herencia que debe vigilar severamente la gratitud nacional; no son del gobierno sino del pueblo entero de la República y ningún funcionario por más elevado o irresponsable que se crea, puede profanarla. Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la Nación”, sostuvo la crónica del diario.
Gracias a esa denuncia, los dientes aparecieron. El diario “La Nación”, fundado por Mitre, el biógrafo no sólo de Belgrano y San Martín, sino el creador de la visión oficial de la historia argentina, no dijo una sola palabra del robo de los dientes.
Ricchieri llegó a sugerir que esas piezas fueran bañadas en oro. En el senado, mientras tanto, Roca –el mismo de la campaña genocida en la Patagonia, el prócer que más vale en el tercer milenio para los argentinos- enviaba un proyecto para gastar 20 mil pesos en pos de la construcción del Mausoleo. Su firma estaba acompañada de la rúbrica de Joaquín González.
La anécdota no es menor.
El Mausoleo tiene una grandiosidad que, en ningún momento, tuvo la vida política de Belgrano.
Quizás el monumento se justifique por el valor del hombre que recuerda y, entonces, signifique el agradecimiento de las generaciones futuras. No estaría mal que así fuera.
Pero en la fotografía que todavía se mantiene de aquel día de 1902, se puede ver alrededor de la urna donde iban los restos de Belgrano a su nuevo lugar de reposo, las figuras de Roca, Mitre, Ricchieri y Joaquín González, entre otros.
Belgrano habría rechazado los tres momentos: ni el Mausoleo, ni los dientes de oro ni tampoco la compañía de hombres que, a cargo del supuestamente mismo ejército, hicieron todo lo contrario a lo practicado por él.
Y quizás sea esa foto una confirmación: Roca, Mitre y Ricchieri sepultaron definitivamente a Belgrano.
Porque fueron tres dirigentes que impusieron sus ideas a través de la devastación de los pueblos del interior y la configuración de un ejército que en lugar de pensar en las hipótesis de guerra contra alguna potencia extranjera, comenzó a pensar como enemigo a todos aquellos argentinos que se oponían a los proyectos emanados de las élites dominantes.
El enterrador definitivo de Belgrano, Julio Argentino Roca, vale diez veces más que el revolucionario.
Una metáfora que, tal vez, explique las ausencias del pensamiento belgraniano en la vida cotidiana de los argentinos.
2- Alta en el cielo.
El 20 de junio de 2002, alrededor de cincuenta mil argentinas y argentinos llegaron al Monumento Nacional a la Bandera, en la ciudad de Rosario, para participar del acto no oficial.
No querían ver el desfile ni escuchar el juramento de fidelidad.
Querían agarrar la bandera más larga del mundo.
Querían agarrarse de la bandera.
Del primer y último símbolo que recordaba aquello que alguna vez habían tenido, un país donde el futuro podía ser mejor que el presente.
Volver a sentir que la Argentina existía.
Y para eso era necesario agarrar la bandera.
No se recuerda en las crónicas periodísticas semejante cantidad de gente en una fecha histórica.
Chicos en brazos de papás sin trabajo llegaron hasta el Monumento.
Después del acto encuentro de miles, una parejita que no tenía ni para el colectivo, abrazaba a sus hijos que, a su vez, saboreaban un alfajor de chocolate y agitaban una banderita de plástico.
Todavía este cronista recuerda las miradas de la mamá y el papá de aquella parejita de chicos que no superaban los cuatro años.
Había emoción, tristeza y también algo de alegría.
-Ojalá que el alfajor le dure mucho –dijo el muchacho mientras caminaban hacia un destino incierto, como le pasaba a la mayoría.
Era necesario que el sabor dulce del chocolate permaneciera durante mucho tiempo en su hijita que, en la otra mano, agitaba el celeste y blanco sintético.
Era fundamental que la Argentina volviera a tener un gusto dulce para miles y miles de pibas y pibes.
Por eso aquella pareja estuvo en el Monumento aquel 20 de junio de 2002, para volver a sentir que se podía recuperar la sensación de formar parte de un país donde fuera posible soñar con un mañana de dulzura, abrazo y ternura para los hijos.
¿Qué era o qué es la bandera más larga del mundo?.
La idea surgió del periodista, humorista y realizador de decenas de proyectos audiovisuales rosarinos, Julio Vacaflor, el 3 de junio de 1999.
Coser la bandera con miles y miles de pedazos de telas aportados por chicas y chicos de las escuelas de todo el país con el objetivo de llegar al año 2012, cuando se cumplen los 200 años de la creación del símbolo, y convertirla en la más larga, la más grande del mundo.
-Esa mañana logro solucionar un –otro- inconveniente económico y de la angustia paso a un estado emocional óptimo gracias a un amigo.
Preparo el mate, me siento en un querido banco de madera y disperso sobre el escritorio un puñado de sensaciones.
Algunas de alivio, otras, de gratitud.
Si existen millones de buenas personas y son mayoría: ¿Cómo es posible que por momentos duela tanto vivir en Argentina?.
¿Qué país heredarán nuestros hijos?.
No obtuve respuesta. Claro, si estaba solo.
-Algo deberíamos hacer para recuperar el aliento y la fe en nosotros mismos –estimo que pensé.
Vi una aguja y un hilo y una máquina y unas manos. Y una tela celeste, y otra blanca y una ciudad, y una Nación de 24 provincias.
Y con esas agujas, hilo, máquinas, manos y telas vi una bandera, grande.
Al día siguiente en rueda de amigos y familiares que asistieron al cumpleaños de mi mujer, 4 de junio –por ello recuerdo la fecha de marras- mientras desgajamos el campo social, político, futbolero, económico y cultural argentino, degluto la última empanada y comento la idea.
Azorados, escépticos y razonables algunos, me miraron con lástima. Otros también azorados trataron de huir, pero se demoraron demasiado.
Esa noche sustituimos pesares por utopías y quejas por acciones.
Si como generación arrastrábamos más de un fracaso, eso haríamos, volver a intentarlo.
Ese grupo de seres sin más herramienta que la esperanza, dio rienda suelta a su imaginación para transmitirle a cada argentino un mensaje alentador: si a la Nación la habían hecho pedazos, la misma gente con sus hijos como emblema, volvería a unirlos. ¿Cómo?. Con una máquina de coser. Cada retazo lo simbolizaría.
Nacía con ellos, la creación de la bandera más grande y unida del mundo, confeccionada con retazos de tela donados desde cualquier rincón del país, en particular chicos y jóvenes de las escuelas y cosidos por mujeres voluntarias en el propio Patio Cívico del Monumento Nacional a la Bandera. Sería esta bandera la más grande, como consecuencia de la unión de la gente..-relató de manera maravillosa el iniciador y promotor de la idea de “Alta en el Cielo”, Julio Vacaflor.
También recuerda que aquel 20 de junio de 2002, “el país dolía a cada paso. Fue el año más duro y el más bonito. Tenía un julepe tremendo. Había gente por todos lados. No lo podía creer. Abuelos, padres y nietos, todos juntos queriendo agarrar la bandera. No tocaba el piso con los pies. Pocas veces sentí eso en mi vida”, apuntó Vacaflor a meses del bicentenario de la bandera, a pocos metros de la llama votiva que recuerda al soldado desconocido en el mismísimo Monumento a la Bandera.
3- Las clases
“Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario”, Manuel Belgrano, en “La Gaceta”, del primero de setiembre de 1813.
4- Cartas
“…el vestido de los héroes de la Patria, siempre tirados y siempre en trabajos y poco menos que desnudos”, escribió Don Manuel en una de sus 370 cartas reunidas en el llamado “Epistolario Belgraniano”, recientemente editado.
El párrafo hace mención a sus compañeros de armas. Los describe como héroes de la Patria. Son anónimos. Pero ellos son los héroes. Los protagonistas de la historia.
Para Belgrano, entonces, el sujeto social son las masas anónimas, las que combaten en el interior en pos de una nación americana.
“Llora la guerra civil y destruidora en que infelizmente está envuelta la América”, se lamentaba el dirigente que había sido educado en España en medio de las privaciones económicas propias y las de toda su familia. Se recibió de abogado, volvió y a los 24 años ya era secretario del consulado en Buenos Aires.
Ya estaba “hecho”, según el malversado sentido común de estos tiempos.
Sin embargo repetirá una y otra vez un concepto político existencial desmesurado. Una infranqueable intransigencia contra toda forma de corrupción.
“Ofrezco a VE la mitad del sueldo que me corresponde, siéndome sensible no poder hacer demostración mayor, pues mis facultades son ningunas y mi subsistencia pende de aquel, pero en todo evento sabré también reducirme a la ración del soldado, si es necesario, para salvar la justa causa que con tanto honor sostiene VE”, dijo e hizo el abogado economista transformado en militar.
“No quiero pícaros a mi lado…Lo mismo es morir a los cuarenta que a los sesenta, no me importa y voy adelante, quiero volar, pero mis alas son chicas para tanto peso”.
¿Cuál era el vuelo que quería remontar Belgrano?.
¿Qué cielo imaginaba para esas masas miserables que lo seguían?.
¿Por qué le achicaron las alas al general?.
Dice y repite que en las revoluciones “los que las intentan y ejecutan, trabajan las más de las veces para que se aprovechen los intrigantes…es la época de aprovecharse”. Pero él no se aprovechó. Estuvo siempre a la orden de los distintos gobiernos que se hicieron cargo de un país todavía enemigo de si mismo. De una colonia que quería cambiar de dueño y formar parte, relaciones carnales mediante, con la potencia hegemónica de entonces, Gran Bretaña.
“Entré a esta empresa con los ojos cerrados y pereceré en ella antes que volver la espalda…”, confesó y fue fiel a esas palabras.
Palabras refrendadas con hechos.
Palabras de un político refrendadas con hechos.
Compromiso. Como así se le llamaba a la coherencia en los años setenta del siglo XX también en estas tierras de América latina.
Un compromiso que lo llevaba a la locura.
En Vilcapugio, Belgrano estaba “parado como un poste en la cima del morro, con la bandera en la mano, parecía una estatua”, narran los historiadores. Allí estaba, en medio del desbande, sosteniendo la bandera por la que había sido juzgado.
¿Por qué ese hombre que había logrado un difícil, pesado y fatigoso ascenso social se exponía a la muerte en un sucio campo de batalla?.
También sostienen los cronistas oficiales que Belgrano, en la retirada de Vilcapugio, se ubicó en la retaguardia y cargó un fusil y cartuchera de un herido.
Estaba cargado de ideas y proyectos. Enamorado de un país inventado en las mesas de cafés clandestinos antes de que estallara el 25 de mayo.
“Crea V que es una desgracia llegar a un país en clase de descubridor”, dijo en una clara demostración de inteligencia y modestia.
Allí se juega el destino de sus sueños. Las ideas de un grupo de una incipiente clase media que tomó el cielo por asalto y que no entendía que allá lejos, a través de ríos y pampas, allá en el interior, se pensaba y se creía en otras cosas. Será un choque para Belgrano, Castelli y los otros revolucionarios. Eso es lo que connota esta primera impresión de Don Manuel cuando se entrevista con la gente de carne y hueso del país que tendrá que descubrir. “Esta gente son la misma apatía; estoy convencido de que han nacido para esclavos”, dijo.
Repitió en abril de 1818: “todo es país enemigo para nosotros, mientras no se logre infundir el espíritu de provincia, y sacar a los hombres del estado de ignorancia en que están, de las miras de los que se dicen sus libertadores, y de los que los mueven para satisfacer sus pasiones”.
5- La constitución social
“A consecuencia de la proclama que expedí para hacer saber a los naturales de los pueblos de Misiones, que venía a restituirlos a sus derechos de libertad, propiedad y seguridad de que por tantas generaciones han estado privados, sirviendo únicamente para las rapiñas de los que han gobernado, como está de manifiesto hasta la evidencia, no hallándose una sola familia que pueda decir: “estos son los bienes que he heredado de mis mayores”, y cumpliendo con las intenciones de la Excelentísima Junta de las Provincias Unidas del Río de la Plata y a virtud de las altas facultades que como a su vocal representante me ha conferido, he venido a determinar los siguientes artículos con que acredito que mis palabras, que no son otras que la de su Excelencia, no son las del engaño, ni alucinamiento, con que hasta ahora se ha tenido a los desgraciados naturales bajo el yugo del fierro, tratándolos pero que a las bestias de carga, hasta llevarlos al sepulcro palpando con ver su desnudez, sus líbidos aspectos, y los ningunos recursos, que les han dejado para subsistir:
Primero: Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode, como no sea atentando contra sus semejantes.
Segundo: Desde hoy los liberto del tributo, y a todos los treinta pueblos, y sus respectivas jurisdicciones los exceptúo de todo impuesto por el espacio de diez años.
Tercero: Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso la del tabaco con el resto de las Provincias del Río de la Plata.
Cuarto: Respecto de haberse declarado en todo iguales a los españoles que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América, les habilito para todos los empleos civiles, militares, y eclesiásticos, debiendo recaer en ellos, como en nosotros los empleados del gobierno, milicia y administración de sus pueblos.
…Séptimo: A los naturales se les darán gratuitamente las propiedades de las suertes de tierra, que se les señalen que en el pueblo será de un tercio de cuadra, y en la campaña según las leguas y calidad de tierra que tuviere cada pueblo su suerte, que no haya de pasar de legua y media de frente y dos de fondo.
…Décimo séptimo: Respecto a que las tierras de los pueblos están intercaladas, se hará una masa común de ellas, y se repartirán a prorrata entre todos los pueblos, para que unos a los otros puedan darse la mano y formar una provincia respetable de las del Río de la Plata.
Décimo octavo: En atención a que nada se haría con repartir tierra a los naturales, si no se les hacían anticipaciones así de instrumentos para la agricultura como de ganados para el fomento de las crías ocurriré a la excelentísima junta, para que se abra una suscripción para el primer objeto, y conceda los diezmos de la quatropea de los partidos de Entre Ríos para el segundo; quedando en aplicar algunos fondos de los insurgentes, que permanecieron renitentes en contra de la causa de la Patria a objetos de tanta importancia, y que tal vez son habidos del sudor y sangre de los mismos naturales..
…Vigésimo Séptimo: Hallándome cerciorado de los excesos horrorosos que se cometen por los beneficiarios de la hierba no solo talando los árboles que la traen sino también con los naturales de cuyo trabajo se aprovechan sin pagárselos y además hacen padecer con castigos escandalosos, constituyéndose jueces en causa propia, prohíbo que se pueda cortar árbol alguno de la hierba so la pena de diez pesos por cada uno que se cortare, a beneficio la mitad del denunciante y para el fondo de la escuela la otra…”, hecho en el campamento de Tacuarí, el 30 de diciembre de 1811.
Uno de los textos más hermosos, profundos y actuales de la historia argentina.
Una especie de mapa que debe contrastarse con la realidad social y política de cada provincia del país.
Uno de los documentos menos difundidos de Belgrano.
No es por casualidad.
Todo lo contrario.
A doscientos años de su muerte, Belgrano es famoso pero desconocido.
El reglamento de los pueblos misioneros deliberadamente ha sido ocultado. No se enseña en las escuelas, no de difunde en los grandes medios de comunicación.
Pero Belgrano conmueve por su pasión revolucionaria, por sus convicciones que sirven para pensar un presente mejor.
Por eso estas cinco postales, para expresar la vigencia de Belgrano, famoso, desconocido e imprescindible para enamorarnos de la suerte colectiva de la Argentina.