La palabra ígnea apareció en el idioma castellano en el siglo quince, cuando sucedió el inicio del saqueo americano. Derivaba del latín ignis que significa fuego. Fue por el año 1444 y desde allí surgió otro vocablo, la ignominia y lo ignominioso. Pero la palabra fuego surgió trescientos años antes, en el año 1155 y su significado remitía al hogar, la hoguera y el brasero. No había una mala connotación, entonces. En aquel siempre interesante origen de las palabras que usamos.
En la Argentina crepuscular del tercer milenio, en el día de los Santos Inocentes, la asamblea extraordinaria número 43 de Prevención del Fuego generó que el Consejo Federal de Medio Ambiente, el COFEMA, declare la emergencia ígnea.
Será “en todo el territorio nacional por un plazo de 12 meses en función del riesgo extremo de incendios de bosques y pastizales, y se solicitó la articulación entre las jurisdicciones y el Estado nacional con el objetivo de fortalecer las políticas de prevención. Además, se recomendó al Poder Ejecutivo nacional replicar la medida para que se habiliten partidas presupuestarias de excepción necesarias para robustecer las acciones”.
Para el secretario de Control y Monitoreo Ambiental, Sergio Federovisky: “Estamos frente a un escenario que puede tender a repetirse de manera recurrente en el tiempo, es decir, un período de sequías prolongadas, de corrimiento de las temporadas secas en cada una de las estaciones, de temporadas sin lluvias. Muy probablemente, como resultado del cambio climático, puedan presentarse temporadas de fuego a lo largo de todo el año, situación que implica un abordaje muy diferente al que veníamos teniendo hasta ahora”.
Agregó que las políticas del combate contra el fuego en situaciones climáticas adversas y con tanto material combustible en el suelo, resultan ineficientes más allá de todos los recursos a disposición que se pongan… “Por lo tanto, la necesidad de trabajar en la prevención es esencial, entendiendo por esta acción, la reducción de las condiciones que favorecen la llegada y la posterior propagación de los incendios una vez que la temporada de fuego ya está lanzada”.
Curioso lo que dice el funcionario cuando habla de “la temporada de fuego” ya lanzada luego de hablar de los incendios que consumen distintas geografías de varias provincias argentinas como consecuencia de “sequías prolongadas”.
En Rosario, acosada por el humo procedente de las islas, algunas de ellas jurisdicción de la provincia de Entre Ríos, hubo una movilización el jueves 30 de diciembre de 2021 pidiendo que se termine con los incendios y denunciando a los gobiernos y al estado como responsables, no a la naturaleza, no a las sequías prolongadas ni tampoco a esa misteriosa “temporada de fuego”.
Mujeres y hombres, incluso, cantaron algo descriptivo y profundo: “Yo sabía, yo sabía, a los humedales los quemó la oligarquía ecocida”.
Una verdadera síntesis de lo que sucede en todo el territorio provincial que ese día soportó los incendios intencionales en Reconquista, norte profundo y en Cayastá, donde están las ruinas de Santa Fe La Vijea, como se denomina al sitio arqueológico.
Pero tiene razón la consigna cantada.
Minorías que usan los bienes comunes para sus negocios particulares con una fenomenal impunidad construida por sectores cómplices de las justicias y los gobiernos municipales, provinciales y nacionales.
Porque siempre es preciso señalar que el número del presupuesto expresa el verdadero tamaño de la importancia que la política oficial le da a las cosas.
Y el presupuesto para Ambiente es del 0.13 por ciento. 13 centavos cada cien pesos. Cifra anoréxica que lo único que garantiza es la continuidad de la “temporada del fuego”, la impunidad de la oligarquía ecocida.
Por eso habrá marchas y cortes de rutas y puentes. Porque desde hace rato miles y miles de mujeres y hombres aprendieron que cuidar la biodiversidad es sinónimo de darle una nueva oportunidad sobre esta castigada cápsula espacial llamada planeta Tierra a las criaturas humanas.