En apenas nueve meses la ex ciudad obrera tuvo más de medio millar de heridos con armas de fuego. Historias cotidianas que, sin embargo, no son completas ya que podría haber un subregistro de casos. Es el mosaico roto de la realidad rosarina.
- Por Carlos del Frade
Desde el primero de enero al 30 de septiembre de 2022, las cifras oficiales dicen que en Rosario, ex ciudad obrera, se registraron 575 personas heridas con armas de fuego.
Sostienen los informes del gobierno que “específicamente en la ciudad de Rosario la distribución geográfica de las personas HAF (heridas por armas de fuego) es dispar entre los distritos que la componen. Se puede observar una cierta dispersión entre los territorios, con acumulaciones particulares hacia el interior de cada uno de ellos, a excepción del distrito Centro. Si bien los efectores de salud de los que se recibe información ingresan personas HAF de los alrededores de la ciudad, podría existir cierto subregistro de víctimas en el resto de las localidades del departamento Rosario debido a la presencia de otros nosocomios que exceden al proceso de triangulación actual. Se observa frecuencia alta de puntos en el sur de la ciudad, en los barrios Tablada, Mangrullo, Saladillo Sud y Las Flores, así como también en la zona noroeste y norte, sobre los barrios Ludueña, Empalme Graneros e Industrial, así como también en Nuevo Alberdi, sin perder de vista las acumulaciones de HAF que se visualizan también hacia el oeste”.
Mientras tanto, en el mosaico roto de la realidad rosarina, las noticias presentan casos particulares, encarnaciones reales de esos números: “Al caer la tarde del 5 de septiembre, Paula y su hija Tamara, embarazada de seis meses, salieron de su casa de la zona sur para ir a una pollería. Desde abajo de un puente aparecieron dos chicos en bicicletas y les dispararon doce tiros de los que lograron reponerse luego de pasar varios días internadas. Fue al día siguiente del doble crimen de Jonatan Schneider y Graciela Carrizo, una mujer de 58 años que quedó en el camino de las balas dirigidas al primero cuando tomaba mates en una placita de Molino Blanco. Ambos ataques cometidos en ese barrio con un día de diferencia quedaron conectados en una audiencia judicial cuando un joven al que le dicen “Chapu” fue imputado por atacar a las mujeres junto a un sobrino menor de edad de Schneider para vengar esa muerte. Los tiros que retumbaron en las calles de Molino Blanco al día siguiente del doble crimen dejaron gravemente herida a Tamara, quien cursaba el sexto mes de embarazo. Recibió ocho disparos y estuvo en terapia intensiva. Su madre Paula recibió cuatro balazos que le afectaron un pulmón, el hígado, el intestino, el colon y rozaron el corazón; heridas de las que se repuso tras permanecer once días hospitalizada”.
Para las páginas oficiales, “en lo que va del año 2022, la franja de edad que acumula más víctimas es la que abarca entre los 25 y los 29 años, con casi dos de cada diez víctimas de homicidio. En orden de frecuencia, siguen los grupos etarios de entre 15 y 19 años y de entre 20 y 24 años, con alrededor del 15% del total de homicidios en cada caso. Las víctimas integran, en líneas generales, una población joven, donde casi la mitad de ellas (48,7%) tenían entre 15 y 29 años al momento del hecho lesivo”.
A fines de agosto pasado se encontraron panfletos con amenazas al funcionario del Ministerio Público de la Acusación en inmediaciones del Hospital de Niños Zona Norte, del Policlínico Pami 2 y en calles de barrio Arroyito. “Fiscal Socca, dejá de vender humo con gente inocente y meter preso a la gente que Fran Riquelme y Jonita Riquelme te apuntan”, indicaban los volantes.
Para los papeles del gobierno provincial, en Santa Fe en el año 2022 “más de la mitad de los casos ocurrieron en contexto de economías ilegales / organizaciones criminales, mientras que uno de cada cinco se enmarcan en conflictos interpersonales, abarcando entre estas dos tipologías a casi ocho de cada diez víctimas. En 2020 y 2021, las dos categorías mencionadas también acumularon una proporción alta de casos, aunque la distribución fue diferente: mientras que en 2020 se observaron con mayor frecuencia homicidios en el marco de conflictos interpersonales, en el año 2021 el porcentaje de homicidios asociados a economías ilegales u organizaciones criminales fue unos quince puntos superior al porcentaje de casos vinculados a conflictos interpersonales, diferencia que se acentúa en lo que va del 2022. Hay una tendencia creciente en la proporción de hechos vinculados a economías ilegales u organizaciones criminales acompañada por una disminución sostenida de los homicidios en contexto de conflictos interpersonales”.
Por otro lado, la sombra de René Ungaro, uno de los narcos más pesados y sanguinarios de Rosario, preso actualmente en el penal federal de Rawson aparece detrás del ataque a balazos contra el edificio de tribunales federales de Rosario y de la amenaza que apareció el martes pasado en Telefé Noticias con el mensaje: “Vamos a matar periodistas”. Los dos hechos encierran una estrategia criminal que desde el gobierno de Santa Fe catalogan como “terrorismo”. “Es un escenario inédito hasta ahora en la Argentina. Las alarmas en Rosario se encendieron desde hace tiempo y la escalada de violencia no sólo perforó la vida cotidiana de esa ciudad –donde se produjeron más de 2300 homicidios en la última década-, sino que ahora pone en la mira blancos institucionales”, escribió Germán De Los Santos.
En este mosaico roto, la sangre derramada de las pibas y los pibes, el lavado de dinero del que no se habla, son los elementos constitutivos de los negocios impunes, desde hace cuatro décadas, del narcotráfico y el contrabando de armas. Negocios que rompen no solamente la geografía que alguna vez fuera distinta, si no también vidas de una manera salvajemente veloz.