- Por Carlos del Frade
«Después de muchos años, donde el mundo me ha dado muchos espectáculos, lo que finalmente aprendí con mayor seguridad sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”, dijo alguna vez Albert Camus, el autor de “La Peste”.
Una hermosa, sencilla y profunda frase que hoy puede cuestionarse a partir de los datos que aportan diferentes organizaciones humanitarias sobre la construcción de los estadios donde se jugará el Mundial en Qatar.
“Sindicatos internacionales y ONG han denunciado al emirato por permanentes violaciones de derechos humanos. La introducción en marzo de 2021 de un salario mínimo afectó a «más de 280.000 trabajadores, alrededor del 13% de la fuerza laboral total del sector privado», indica la OIT.
Los informes del organismo concluyen que la cantidad de trabajadores tratados por problemas relacionados con el calor ha disminuido, pero no mencionan el número de muertes producidas por esta causa ni por accidentes de trabajo en general. Algunas entidades estiman entre 4.000 y 6.000 los fallecidos.
Sin embargo el Gobierno de Qatar subestima el número de muertes, y oculta las cifras oficiales. Amnistía Internacional ha solicitado a la FIFA que establezca un fondo de compensación para estos trabajadores”, sostiene José Luis Lanao en una reciente nota.
Antes de concluir la segunda década del siglo veinte, Bertolt Brecht también se ilusionaba con el fútbol: “Nuestras esperanzas se basan en el público deportivo. A qué ocultarlo: permanentemente miramos de reojo esos enormes recipientes de cemento colmados de gentes de todas las clases sociales y de todos los colores de piel: el público más sabio y honesto que existe…”.
Más allá de los millones de dólares y euros para pocos, de la explotación brutal contra los trabajadores que levantaron esos estadios y que perdieron sus vidas en la labor, es una buena ocasión para saber si tanto Camus como Brecht pensarían lo mismo frente al fenomenal negocio del fútbol, síntesis del mundo goleado por el capitalismo.