Navidad, año uno

Por Carlos del Frade

(APe). La Navidad de 2024 será celebrada sobre el mayor infanticidio de los últimos siglos tal como lo definieron intelectuales de diferentes países del mundo en relación a lo que está sufriendo el pueblo de Gaza. Como si fuera la repetición de la orden de Herodes en pleno tercer milenio con una crueldad aumentada, planificada e impune.

Quizás por eso es indispensable pensar en aquellos días del nacimiento del revolucionario palestino llamado Jesús.

Diferentes historiadores sostienen que en el siglo VIII antes de Cristo, el profeta  Isaías explicaba el proyecto que implicaba la denominación “el reino de los cielos”: “No habrá más allí niños de días, ni viejo que sus días no cumpla: porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito…Y edificarán casas y morarán en ellas, plantarán viñas  y comerán el  fruto de ellas. No edificarán y otro morará; no  plantarán y otro comerá: porque  según los días de los  árboles serán  los días  de mi  pueblo, y  mis escogidos    perpetuarán las obras  de sus manos…No trabajarán  en vano, ni parirán para maldición…”.

Isaías formaba  parte del pueblo judío,  que solamente tuvo  independencia  política luego  de la  revolución encabezada  por  Judas Macabeo, entre los años 166 al 63 AC.  Fue justamente en el 63 AC cuando el general romano Pompeyo  tomó Jerusalén, capital de Palestina. Desde entonces hasta  la muerte de Jesús, el país fue una colonia del imperio   romano, una provincia del mismo, administrada por reyes enviados desde Roma. El  profetismo  en el  pueblo  de  Israel, representado  en Moisés,  Isaías, Juan  y el  propio Jesús;  cumplió una  función política   social,  paralelamente   a  la   difusión  de   ideas    religiosas. El mensaje -el que anunciaba la concreción del reino de los cielos-  era lograr  un  espacio de  libertad,  donde vivir  con dignidad y sin opresores para el pueblo de Israel. El discurso de  la figura histórica de Jesús  se instaló en esta línea histórica.

Los distintos  estudios históricos, señalan  que Jerusalén, luego de Roma,  era la ciudad del imperio con mayor cantidad de  trabajadores pagos y marginados sociales. Estos eran llamados am ha aretz, gente de la tierra, aunque sin gobierno sobre las productos de la tierra que trabajaban.

Jerusalén significa “ciudad de la  paz” y fue convertida en capital del reino en el año 1000 AC por David. En  los tiempos  de  Jesús contaba  entre  30.000 y  50.000  habitantes,  aunque  en  los  días de  fiesta,  la  cantidad  de personas llegaba a 200.000. Era un  centro de  reunión de  recaudadores de  impuestos y comerciantes de la región.  Jerusalén, junto a Belén, estaban en el sur  de Palestina, en la  región de Judea, la  zona más pobre del país. Galilea, la parte  norte, era la región más  rica, donde se  cultivaba trigo, vino,  y se producía madera y  se criaba ganado mayor.

El pueblo de Israel tuvo diferentes conformaciones sociales y políticas desde la  constitución de su estado.   La primera de ellas,  según algunos  estudiosos, fue  la de  una confederación  campesina; luego una monarquía y después se pasó a la esclavitud bajo distintos imperios.

La composición  social de Palestina  diferenciaba distintos sectores sociales, los cuales tenían grupos religiosos-políticos   representantes de las necesidades e intereses de las mencionadas clases. En lo alto de la pirámide social se encontraban los nobles, tanto laicos como sacerdotales, al mismo tiempo que los escribas en connivencia con los romanos. Los sectores intermedios estaban representados por pequeños propietarios, comerciantes, empleados y servidores del templo de Jerusalén, simples sacerdotes y levitas. Por  debajo,  en   la  base  de  la   pirámide  social,  se encontraban los jornaleros agrícolas y los esclavos. Este caldo  social originó los  grupos políticos-religiosos que fueron  citados por  el historiador  de origen  judío Flavio    Josefo,  dentro  de  su  obra  de  veinte  libros  “Antigüedades judías”, escrita en Roma.

El grupo que representaba al sector conservador, en alianza con el poder de los romanos, era el de los llamados saduceos. Para el  investigador francés Marcel Simon,  la etimología del nombre “deba  vinculársele con el mismo título  de los “bené Sadoq” de Qumrán, al gran  sacerdote del tiempo de Salomón”.  El   historiador  agrega, “tanto  en  política como  en religión  son   conservadores…del  orden  romano  (porque) les  garantiza  sus propios intereses,  y a los  saduceos no les cuesta  trabajo ser solidarios  con  el  ocupante,  desde  que  los  deja  practicar libremente su religión…son enemigos de toda innovación, ritual o doctrinal”.

Los intereses  de lo  que podríamos  comparar con  la clase media de  la región,  estaban representados por  los denominados  fariseos, palabra  de origen hebreo que  significa “separados” y hace alusión a los orígenes  del movimiento donde se destacó por apartarse de lo que consideraban “el vulgo”. Para el  ya citado Marcel  Simon, “la rivalidad de  las dos  sectas  (fariseos y  saduceos) se  nos presenta  como la  de dos categorías  sociales: frente  a la  aristocracia de  las grandes familias sacerdotales,  los fariseos  representan una  suerte de clase media”.

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Se  los caracteriza,  según el  historiador Flavio  Josefo, como  hombres de  estudio y  de escuela;  y en  general discuten ideas sobre política sin arriesgarse demasiado. De este  grupo se desprendieron los esenios, grupo  que se ubicó en la  zona del Qumrán, cerca del Mar  Muerto.  Desde allí difundieron ideas sobre el advenimiento del reino de los cielos y creían en  el triunfo  de los  hijos de la luz por sobre los hijos del mal. Era un  grupo esencialmente espiritual. En la región  de  Palestina  se   los  llamaba  “los  piadosos”,  “los cuidadores” y su filosofía  fue investigada en profundidad luego del  descubrimiento  en  1947  de los  rollos  del  Mar  Muerto, encontrados en una de las cuevas del Qumrán.

El otro grupo, el más  radicalizado, es el representado por los zelotes,  “quizás más  que anarquistas, son  nacionalistas e intransigentes.   Lo  político y  lo  religioso  están en  ellos inextrincablemente  unidos.   La  miseria  en que  viven  no  es probablemente  extraña  a  su  agitación, que  traduce  así,  en  ciertos aspectos, la  reacción de lo que bien  puede llamarse un proletariado,  sobre todo  rural…los zelotes  son terroristas, que no atacan solamente a  Roma, parece que estaban dispuestos a emplear  el  cuchillo contra  los  paganos  con seguridad,  pero también contra los  tibios entre los judíos, los  que pactan con el  ocupante o,  simplemente,  se acomodan  a  su presencia  sin demasiado pesar”, describe Marcel Simon. En el año 66 DC  produjeron la insurrección que terminó con  el suicidio masivo en la  colina de Masada, cercana a Jerusalén, hoy lugar  histórico para los  israelíes, pues allí  los zelotes resistieron hasta el 73, donde  fue vencida por la décima legión    del ejército romano.

En esta Navidad es necesario pensar que el amor de María y José y su resistente deseo de padres a pesar de la persecución y la reducción a la animalidad del pesebre, fue posible porque había una parte del pueblo que rechazaba y peleaba contra la dominación del imperio romano y la traición de los sectores acomodados de su propia geografía.

Fuente: “Jesús revolucionario”, de Rubén Dri; “El dogma de Cristo”, de Erich Fromm; “La iglesia y la construcción de la impunidad” e “Historia política de Dios”, del autor de esta nota.

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